Aparcando los problemas

No deja de llamarme la atención el poder de aparcar los problemas que tiene el ser humano.

Ayer tuve la suerte de poder disfrutar un precioso día por el centro de Madrid y sus calles estaban llenas de color, de puestos ambulantes y  personas anónimas deseosas de disfrutar, de olvidar.

Largas colas en el Ayuntamiento y la Comunidad tan solo para poder admirar los belenes allí expuestos. Nunca he entendido como se puede tener tanta paciencia para aguantar horas en una y otra cola, quizás porque la entrada es gratuita y los padres ya no saben dónde llevar a sus hijos sin que les vacíen los bolsillos.

Los accesos a la Plaza Mayor un hervidero de transeúntes subiendo y bajando, apiñados, atrapados, para conseguir llegar a su meta. Familias  venidas de los sitios mas recónditos de España para vivir mas de cerca la Navidad perdiéndose entre la multitud emulando a «La gran familia».

Actores inmovilizados durante horas, cuyo movimiento solo se articula si las monedas caen en sus cajas : soldados, ángeles, gorilas, indios,  hombres sin cabeza … y también Mickey bueno el sucedáneo, porque todo parecido con la realidad es pura ficción.

Los dueños de los bares encantados porque hacen un alto en la crisis, repartiendo tapas de un extremo al otro de las barras, apretones y codazos… y la gente disfrutando, porque piensan que  «si en un bar no hay gente seguro que no es bueno»  así que todos al que está mas lleno.

Y después el paseo… ese precioso camino entre la Plaza de Jacinto Benavente hasta el Retiro. Se intercalan las tiendas de recuerdos  «made in spain»  con preciosos edificios, que tristemente por las prisas los madrileños no tenemos nunca tiempo de admirar.

La Plaza de Santa Ana con el antiguo Hotel Victoria (donde celebré mi comunión) reconvertido.  La Carrera de San Jerónimo con los leones de las Cortes que si pudieran hablar…, el Hotel Palace y el Ritz que nos trasportan a un gran país europeo.

El Museo del Prado por supuesto con cientos de personas rodeando el edificio a la espera de poder admirar la magnífica exposición de Renoir  que está expuesta estos días. Llegar a Los Jerónimos impresionante iglesia que domina una de las mejores vistas y zonas de Madrid.

Por fin vislumbramos el Retiro, el sol nos dejó contemplar toda la belleza del parque, ese parque en el que jugábamos de pequeños, al que acudíamos  al salir de misa para jugar, correr y tomar el aperitivo mientras nuestros padres disfrutaban de la prensa dominical. El Palacio de Cristal, el Lago con sus barcas y sus cantautores, la Casa de Vacas, La Casita del Pescador, El Palacio de Cristal,  el Ángel Caído, el Paseo de Coches (que suele albergar la Feria del Libro en primavera), la Casa de Fieras y… mucha paz, esa que algunos quieren perturbar montando sus tribus urbanas, pero que al menos  de momento se libra cuando es de día.

Rumbo a O´donnell, es hora de merendar, buscamos las cafeterías, esas que antaño te ofrecían churros con chocolate, pero que ahora están decrépitas, dejadas, locales que han tenido que cerrar:  «Ya sabe Vd. , la crisis que ha terminado con los comercios» y al final un Vip´s no hay otra cosa, el resto o no está, o está abandonado o se pasa de modernidad. Han triunfado en el barrio los ambientes fríos y minimalistas que en estas fechas es como si no pegaran, pero hoy no importa, queremos disfrutar.

Llega la despedida, ya ha anochecido se acaba el año y durante un día han pasado nuestros recuerdos infantiles a toda velocidad por nuestras mentes, esos recuerdos de Madrid vividos intensamente que hemos intentado trasmitir a nuestros hijos y algún día ellos también recordarán.

Aparcando los problemas durante unos días,  porque el ser humano puede con todo y nos crecemos ante la adversidad

Madrid es un lujo y desde aquí quiero desearos a todos  un muy ¡FELIZ AÑO NUEVO!